Tengo que descenderte y tengo miedo.
Nunca lo haría, no estoy loco.
Si alguien me ofreciera los treinta euros que me darán los jefes por hacerlo,
se los tiraría a la cara.
Pero la orden es introducirme en lo oscuro.
Perder la vida.
Y no puedo resistirme.
Emana del contrato. De una voz. De un cobarde. De los deseos del otro.
Esa fuerza mágica que me arrastra hacia la nada.
Doy el paso.
Y dejo de ser; simplemente.
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