Tenemos la obligación de moral de convertirnos en ese viejo jefe de Pequeño Gran Hombre,
¿lo recuerdas?,
¿no le viste entonces, cuando todavía tu cuerpo podía transformarse en cualquier cosa?
Todavía es posible morir en la montaña, creo, aunque éstas se alejen cada vez más de nosotros.
Morir en el momento justo, ¿verdad?
en vez de en tu hospital de referencia, aterrorizado.
Tenemos que ser él, atravesar la batalla,
caminar, dignamente, mientras los soldados destrozan el cráneo de los recién nacidos.
Para algo nos tenía que servir la vida en el Tártaro, lejos de las miradas.
Convertirse en él.
Abrir la boca.
Que cada palabra diga cosas:
velos que caen, maravillosas.
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