Es impresionante observar el rostro de mis contemporáneos.
Lo hago mientras camino, en el autobús, en cualquier lado.
Por sus miradas
parece que no supieran el lio en el que están metidos.
Quizá no les apetece pensar en ello.
Desde luego, nunca hablan del asunto secreto,
del sendero estrecho,
de la caída inevitable.
De todas las posibles,
¿cual será su opinión sobre su propia existencia?
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