Que algún día desaparecerá el hombre menguante, no hay duda.
Reducido a la mínima expresión,
de tal manera, que será como si no existiera.
O tal vez será reemplazado por otra cosa, por algo parecido a un hombre,
o por el mismísimo robot,
que protesta poco y consume menos energía aun,
pero que carece de sueños.
O quizá, el hombre menguante se eleve a cotas de enormidad fabulosas
y emerja de esta bruma por millones,
atravesando el Rubicón prohibido.
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