Espero a las diosas, a una cualquiera, mientras tenga poderes,
Enormes, aunque apenas midan algunos centímetros.
En vez de esos niños vietnamitas
que trabajan en mi sótano, sin apenas luz ni aire,
Prefiero a mis diosas fabricando en la noche mis sueños,
mientras yo duermo,
dejando recién hechos los dulces a los pies de la cama.
Los comeré sin preocuparme del cómo llegaron hasta mí.
Prefiero a mis diosas volviéndome loco.
Lanzando rayos desde la Luna, sabiendo de mis heridas futuras,
pero que me dejen en paz.
Que esto era un juego.
Que los mortales morimos.
Que se apiaden de mí, si se aproximan algún día.
Que me enciendan la luz si acaso,
pero que no me encierren en ese sótano junto a los otros,
que esto era un juego.
No esa piedra que pesa demasiado.
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