El más pequeño soy yo,
el de los cordones desatados, oculto tras mi hermano.
Sí, ese, el que se inventaba los nudos..
Demasiado orgulloso para pedir que alguien me enseñara.
Me gustaban las chicas de en medio, las hermanas,
aunque ya no recuerdo sus nombres.
Quizá nunca hablé con ellas,
quizá por esa manía de convertirme en piedra.
Éramos niños, familiares de presos políticos de veraneo en una Italia a color.
Estoy allí, en el pasado.
Me estoy viendo.
Me he visto otras veces.
Sonríes.
Quizá hubiera podido llegar a otro lugar en el mundo,
hombrecito del pasado. No me lo reproches.
Y a nuestro regreso, me encontré con la realidad de bruces.
La yaya había muerto.
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