Hoy debería ser diferente.
Tengo un papel que lo acredita.
Y sin embargo, la voz me tiembla, como siempre.
Abandonar mi dulce zona de confort
donde dibujaba tebeos que no leían más de veinte personas,
Y ahora me encuentro, aquí, mirándome de nuevo al espejo,
sin atisbo alguno de cambio.
Me he vuelto a medir, por si acaso,
pero no he crecido ni un sólo centímetro.
Y caigo, sí, caigo,
por la resbaladiza pendiente que me lleva hacia la realidad.
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