Algo he comido en el bosque, quizá un fruto prohibido.
Desde entonces llevo más de tres días soñando, entre dulces y delirios.
En esta primavera tan extraña del paraíso, que nunca acaba,
medio enfermo,
medio sonámbulo,
caminando errante por el bosque eterno, solo.
Ya no sé nada.
Si mis actos corresponden a la razón
o a esas feromonas
que me llaman desde algún lugar brumoso.
A veces creo oír voces en lo profundo,
como si una ninfa estuviera buscándome entre la maleza
y jamás nos encontráramos.
Qué horror, y al mismo tiempo que hermoso.
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