Sigo pensando que lo importante es el sueño,
pero claro,
mis amantes se van al otro lado,
allí donde se encuentra el reluciente, contando xistes,
gesticulando con sus brazos metálicos, con esa gracia.
El barco se escora.
El mundo cambia de sentido.
Soy algo estoico,
pero a veces me resulta complicado contener el gesto,
ser inexpresivo,
cuando uno de los poetas verdes cae por la borda.
Mi pobre replicante que se agita entre las aguas apunto de ahogarse,
sin que nadie le atienda.
Y sigo escribiendo mis cosas, mientras los como yo, van cayendo,
uno a uno,
a la caja de la nada
de la que hablaba Omar Khayyam.
Y sigo escribiendo, escribiendo,
¿pero cómo concentrarme si el casero ha llamado en esta última semana
más de un millón de veces a mi puerta?
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