Olía a pis,
hablaba sólo,
decía cosas ininteligibles,
rompiendo la armonía loca de las luces nocturnas y los neones
con su presencia.
Le han pedido más de doscientas veces el carnet
y no ha llegado a ninguna parte.
Y la plaza, que era pública
, lo ha dejado de ser.
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