En El Tiempo del Sueño,
creía tener el valor de decir la verdad,
esto es,
levantar con mis manos uno de esos automóviles
aparcado en el vecindario
arrojarlo a varios metros de distancia,
en medio de la carretera, interrumpiendo el tráfico,
en llamas,
a pesar del disgusto de los vecinos
y sus poderosas miradas petrificantes.
Si, yo iba a realizar grandes proezas,
fabulosas realidades.
Iba a entrar en acción.
Todavía es posible, antes de que el fin del mundo me cerque.
Antes de convertirme, en Eichmann, mi peor enemigo,
renacido y muerto un millón de veces.
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