Que soy, si no, una bomba de relojería.
Un condenado a muerte
que todavía no ha pedido su última cena,
que escribe chistes en el tren, de camino a Moloch.
Para remendar el desastre busco un amante,
un ser fantástico
que calme ese instante donde todo acaba mal,
o baje el volumen del reloj, que golpea mis sienes,
y que marcha a toda velocidad.
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