Se está muriendo.
Se nos va, el pobre, desintegrándose delante de nuestros ojos.
En las calles, ante las fábricas, en las oficinas,
las gentes se arrodillan y claman al cielo, pidiendo que vuelva,
y encienden velas e incienso, solicitando lo imposible.
Y a las puertas de la ciudad, siempre cerrada, ella espera.
La que no existe.
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