Tienes nombre de flor, rostro humano,
pero en realidad eres una aplicación informática
dedicada a la captura de pequeños licántropos solitarios,
partículas elementales que se agitan por el espacio cibernético.
Existía la posibilidad, minúscula, de una colisión,
pero te has convertido en la durmiente,
la que se desvanece en los anaqueles infinitos de universos posibles.
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