Camino dando saltos
tratando de no pisar las miles de caras esparcidas por los suelos.
No es que esta tierra de las liquidaciones nos ofrezca rostros en vez de lechugas.
Probablemente se trate de caras caídas de tanto doblar la cerviz,
de tanto inclinar los cuerpos.
¿No sentís el enorme dedo que empuja fuertemente nuestras cabezas hacia abajo?
La naturaleza también hace lo suyo, y el cielo cada día pesa más.
aun así, hay que mirar siempre hacia arriba, para sujetar siempre nuestra cara,
para que no se caiga,
para ser siempre los jóvenes,
para evitar todo desprecio.
Y si algún día tienes que mirar al suelo,
que sea para recoger los rostros caídos con tus manos,
arrancadas y que nos miran.
Nunca debieron estar allí, entre el barro.
Ese no es su sitio.
Es hora de que vuelvan a su lugar,
aquel donde se encuentran todas las potencialidades.
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