Yo quería llegar a la tierra prometida.
Llamé a tu puerta por si acaso estuviera allí,
y me entretuve recogiendo las delicias de los frutales de El Origen del Mundo
que rondan por tu casa.
Descansé en tu país por unos días,
y me diste de comer y de beber,
y me dejaste dormir,
aunque yo siempre me levantaba con mucho sueño.
Me di cuenta de que no tenía mapas,
que no me quedaban más pastillas para el coraje,
que nos habíamos hecho mayores
y que a mitad del camino ya estábamos todos medio locos.
Yo quería cruzar el rio Jordán, pero no pude.
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