De repente ha sucedido.
Puedo caer de espaldas, a cámara lenta.
Sin peligro alguno.
Me puedo entregar sin reservas, si quiero, a salvo de la amenaza constante
del gran afanador, siempre dispuesto a robarme el tiempo.
Ser más leve.
Quitarme las gafas monocromo, con las que nací,
y ver alguna de esas cosas de la realidad, que existen,
pero que nadie ha visto,
y que siempre pasan desapercibidas.
Saber que por más que empujen a Nuestra Señora al rio,
nunca podrá ahogarse.
Uno, porque sabe nadar.
Dos, porque tiene branquias.
Tres, porque aunque nadie lo sepa, es producto de este tiempo.
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