Despegan cohetes a diario hacia el planeta platónico.
Cosmonautas que arriesgan sus vidas por llegar al cielo,
suben los últimos escalones antes de escapar del mundo.
Saludan a los espectadores,
y prometen que volverán con un ramo de flores que nunca muere.
Dicen que allí vive un hombre como yo.
En ese lugar donde las cosas no se quiebran,
donde nadie sangra,
donde el tiempo se ha detenido,
y ya no envejece.
Si alguien llegó allí alguna vez, nunca volvió.
Quizá porque se encontraban demasiados cómodos, comiendo pistachos,
amando.
¿Por qué iban a volver?
Quizá porque nunca existió.
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