No hay descanso, eso toca, no hay descanso,
a pesar de que seríamos algo más amables y felices
cultivando nuestros cuerpos y nuestras mentes.
Viviríamos hasta los 118 años de edad,
en plenas facultades.
Yo atendería a tus cosas.
De mis dedos brotarían pequeñas maravillas,
alguna delicia,
magias.
Lo yermo podría ser un buen lugar para pasar futuro,
con solo cubrirlo de yerbas.
Y sin embargo, no hay descanso.
No, no hay descanso,
como aquel hombre que plantaba árboles,
como Eleazar Bouffier.
Y el bosque va y se quema, siempre se quema.
El bosque se quema otra vez.
No hay descanso,
no, no hay descanso.
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