Te has enamorado de un robot,
y no sabes siquiera si tiene sentimientos.
Si te quiere, o simplemente está programado para amarte.
En cuanto sales de casa, no sabes lo que él hace.
No lo quieres pensar.
Porque sabes que en el fondo
lo único que desea en derribar esa puerta blindada donde le encerraste.
Te lo imaginas de muchas maneras,
recargándose de energía en la toma de la luz,
limpiando el hogar,
estático, a tu espera.
Pero sabes que en este momento debe estar dibujando el plano de su fuga.
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