Se presenta ante mí como aquello que absorbe el tiempo,
como si mi vida hubiera pasado en un santiémen.
Es, no lo dudes, aquello que me arranca la existencia y me convierte solo en carne,
despojado de la razón y el sentimiento.
Al maligno no le gusta la reflexión ni los largos paseos.
Lo sé porque al caminar a veces veo su mirada disgustada,
porque al pasear a veces me da por pensar,
por la conquista del tiempo.
Y el tiempo, dice, es suyo, no nuestro.
Escribiré a diario una nota, para quién se la quiera llevar.
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