lunes, 30 de mayo de 2016

Prolegómenos para la construcción de Nuestra Señora de la Renta Básica

Dicho así, parecería Frankenstein,
hecha de retales de cada uno de nosotros.
Y sin embargo, es tan guapa.

Con dedos variopintos, de unos y de otros.
No tendría diez dedos, Mi señora, sino millones. 

Tenemos que cubrir su cuerpo de pieles, de las nuestras, donde cada cual se sienta acariciado.
De viejo, de niño, de adulto atlético, de hombre caído, de millonario apático al borde del suicidio.

Es preciso que tenga ojos. Ojos como prismáticos.
Que su mirada te alcance, que te encuentre donde te encuentres.
Que lance rayos nocturnos.
Que el ángulo de su visión se amplíe sin cesar. 

Construyámosla entre todos. Que sea la gran obra del pais,
que pueda verse claramente desde lo lejos, desde otros mundos, 
que no sea preciso arrodillarse para ser tocados por ella.

Financiémosla con nuestros impuestos, con tasas a las transacciones financieras.

Quiero verla pasear de la mano con sus hermanas.
La sanidad y la educación pública, que son siamesas, las tres,
y nadie jamás deberá separarlas,
ni convertirse en mero producto, vendible.

Se trata de sentir que su aliento nos cubre.
Que ha llegado el tiempo del suelo, de ese lugar donde partir,
donde iniciar cualquier camino, si uno quiere.

La suerte de nunca más volver a caer.






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