Desde el mismo momento en el que uno decide ser poeta comienzan las dificultades: no sé francés, mi camiseta a rayas ha encogido, mi pipa ha desaparecido durante la mudanza.
sábado, 21 de enero de 2017
Conocí a chicas cibernéticas
Eran de aire, aunque algunas otras fueron de carne.
Eran un milagro.
Yo pulsaba un botón y aparecían con un vino en la mano.
Se iluminaban y se desvanecían para siempre.
Sus miradas me contenían y yo tenía que cerrar los ojos,
porque sabía que más tarde o temprano el universo nos tendría que destrozar.
Ese era su cometido.
Y cuando el cerebro se me inflamaba de semen,
me asustaba,
pero lo tenía que celebrar.
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