Al pobre hombre menguante le ocurrió precisamente eso,
que se convirtió en otro,
que se adentró en territorios ignotos al resbalar por la desmemoria.
De tan pequeño que era, podría ser pisoteado.
Como individuo no era nada, aunque se creyera todo.
Solo podría poner cierta resistencia al inmenso inconsciente colectivo
que lo devoraba todo, si los encontraba.
Si encontraba a los otros.
Seres como él.
Solo que ya era tarde.
de tan pequeños eran invisibles.
Pero nunca es tarde.
Debe ser una cuestión de umbrales.
Un puñao de hombres invisibles,
juntos, comienzan a tener cuerpo y conciencia.
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