En su pequeñez, logró atravesar los barrotes de la cárcel.
Se alimentó durante algún tiempo de las migajas que caían de arriba,
como del cielo.
Sacó algunos billetes del banco por debajo de la puerta.
Y aunque la soledad amenazaba su menudencia,
tenía la esperanza de encontrar algún día a otros como él.
Quizá una colonia de seres insignificantes.
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