Paseo solitariamente por mis dominios de lo oscuro.
Hablo solo.
Río solo.
Y ya no me creo los cuentos de los gigantes.
Me apaño con unas migas de pan.
¿Cómo saber lo que mido?
Sé que el mundo debe estar repoblándose de enanos en este preciso instante,
aunque no les vea.
Cada uno en su tártaro particular,
buscando con frenesí, no se sabe el qué.
Y cuando había olvidado la existencia de las puertas,
de repente, se me abren todas delante de mí.
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