En algún lugar de lo oscuro
dormían mis potencias.
Murieron antes de bailar claqué,
de escribir el libro,
de pronunciarse ante la asamblea,
de inventar algo,
el chiste filosofal, que convertía la realidad en lo amable,
y viceversa.
Por eso no te puedo perdonar.
Porque pusiste mil trabas a Nuestra Señora,
la del Partido de la Plebe,
Yo estaba llamado a ser el hombre de los veinte dedos en las manos,
pero no pudo ser.
Ella permaneció en el Tártaro.
Y mis potencialidades murieron de aburrimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario