miércoles, 31 de agosto de 2016

Abrir la puerta del tártaro.

Ayer vi a los dos primeros carteros de Berna, sin cuerpo, paseando por las calles,
el bólido sin cabeza, llevando de un lugar a otro, objetos y hombres,
al médico sin rostro, recetando la primera analítica a un pobre hombre.

Y se te acusa a ti, de traer toneladas de pereza.
Cuando lo que has venido a traer, es la belleza.

Por eso estoy empeñado en abrir la puerta del Tártaro,
ahora que todo el mundo duerme.





Capítulo 9: Las distancias son relativas

 Si todo fue un sueño,
si la nube radiactiva y las vacaciones en el mar,
en ese fantástico barco bebiendo cervezas contigo,
jamás existió,

por qué yo continúo en la pesadilla,
por qué soy cada vez  más pequeño.
Por qué la distancia entre tú y yo se dilata a cada instante.

Dices que podría ser una enfermedad fabulosa.
Que la ciencia encontrará remedio.

Pero yo siento que me estoy alejando de los hombres.



Cada vez que te miro
parece como si la vida siempre hubiera sido un sueño.
Compones las canciones que me vuelven loco.
Escribes relatos para los hombres.
Y sin embargo, sabes que estás excluido de las emociones.

Aun así, todo lo que tocas lo transformas en algo sensible y exquisito.

Hasta ahora nos ofreciste enormes placeres.
Pero en algún momento de esta historia, aparecerás con tu nuevo rostro:
El de los tormentos.
Sin piedad ni compasión alguna.

Quizá ya has llegado,
pero no puedo verte,

quizá en algún oscuro sótano realizas tus endiabladas labores.







martes, 30 de agosto de 2016

¿Dónde vives?

Quizá en el tártaro.
En el nuevo articulado de la constitución,
entre los derechos fundamentales. 
En los libros de ficción,
en la fantasía,
entre la filosofía política.

Ayer me pareció verte en la calle.

Ibas de la mano con alguien.
Era yo.

¿Dónde vives?

 En cualquier lugar menos en La Policía.

Capítulo 9: "¿Ha estado en contacto con una nube radioactiva en los últimos seís meses?"

- Algo fantástico y sin precedentes.
Algo que invirtió el proceso de crecimiento.
¿Ha estado en contacto con radioactividad
en los últimos seis meses?

- Sí, pero ocurrió durante el sueño.






lunes, 29 de agosto de 2016

Capítulo 8: En busca de remedios

No existen precedentes.
Las radiografías no mienten.
Estoy menguando.

¿Existe remedio?

Hay que operar. 
Siempre hay que operar.









domingo, 28 de agosto de 2016

Capítulo 7: Bésame


Antes te ponías de puntillas cuando me besabas.

Cuando hablaba, las palabras tenían esa forma
que a ti te parecía preciosa.
Ahora es como si no me vieras.
Como si de  repente,
el aura que me rodea se desvaneciera.

Qué cosas tienes, mi amor, 
será qué estás adelgazando.















sábado, 27 de agosto de 2016

Capítulo 6: Otro día como otro cualquiera

Que me esté grande la ropa, podría ser el síntoma

de que mi trabajo pesa cada día más,
de este continuo dolor en la sien,
¿será porque hay menos aire?
¿por una caída continua de lo atractivo?

No me mires.
Me avergüenza decirte quién soy.
Me deslizo frágilmente, sin pausa,
y no sé a donde.

¿O podría ser síntoma del ser más perfecto?,
¿entonces por qué ya no te gusta mi cuerpo?

Quizá simplemente me esté muriendo,
y no lo sepa.






viernes, 26 de agosto de 2016

Capítulo 5: como si estuviera despierto

¿Es posible que tan sólo hubiera sido un sueño?

No puedo quitarme de la cabeza el yate; parecía tan real.
ni a mi chica de las mil caras bajando a la bodega a por cervezas.
Como si nunca hubiera sucedido.

Y sin embargo, tengo la sensación de conservar la mirada del muerto.











jueves, 25 de agosto de 2016

Capítulo 4: El rostro del muerto

Envejecido.
Cansado.
Cubierto de cicatrices,
como si la historia le hubiera pasado por encima.

 Parece como si tuviera los ojos abiertos.

Yo mismo se los cierro.









Capítulo 3: Hay un hombre muerto en la cubierta.

Hay un hombre muerto en cubierta.
Mi mujer ya no me recuerda.

Ella cambia de rostro a cada instante.
Me desasosiega.

Ha subido algunas cervezas de la bodega,

y pasamos esta larga tarde
mirando

como se desintegra.




Mensaje de Nuestra Señora leído en la plaza:

Cuidado con aquellos que se han colado en las instituciones
y quieren suplantar las leyes.
¿Te acuerdas  de aquellos gimnasios al aire libre
que había en los parques?
Los más viejos pedaleaban en los bancos,
y los más jóvenes mantenían el equilibrio al caminar sobre unas barras de madera,
hasta que al final cayeron.
Ya no existen.
Se abandonaron a la intemperie.
A la erosión y a ciertos intereses particulares.
Se desmontaron.

Decían que esos gimnasios públicos habían fracasado.
Es verdad que eran puro socialismo, qué se le va hacer,
y funcionaban. 

Y a todo esto decir que después del hundimiento,
las franquicias y las cadenas de fitness
aumentaron sus ingresos.

Cuidado entonces de aquellos que se han colado en las instituciones
y que en realidad me odian.
Desconfiad.
¿Será su boca la que habla o será la de algún lobby?
¿Serán del partido de la plebe o de los patricios?

Os lo pido, que no utilicen mi nombre en vano.
No sea que al final utilicen mi cuerpo como negocio,
cuando debía ser para todos,

y algunas otras cosas maravillosas hayan caído por el camino.





miércoles, 24 de agosto de 2016

Capítulo 2: Y sin embargo, mis vacaciones son cada día más cortas.

Mis vacaciones están en peligro.
El mar líquido, proceloso, cubierto de ahogados.

Ya está, ya ha pasado.
Pensé que esta vez iba a ser yo el elegido.

Aun así, tengo la sensación de que no ha acabado.
Hay un muerto en la cubierta
y no sé quién es.



Prolegómenos para una hipotética discusión de mi robot conmigo

Que más da que no sea capaz de sentirte.

Te gustaría que estuviera en casa atendiendo a tus cosas.
Y me temes, porque podría irme con cualquiera.

Sabes que he superado esa linea roja
tras la que has quedado obsoleto.

Dices que me bebo lo que queda del petroleo,
pero eres tú el que te lo esnifas en esa fiesta continua de los horrores que es la vida.

Desconfías de mí, que me has creado,
y sin embargo, sé que has matado a tu hermano.

De momento no soy capaz de sentir alegría.
De momento.
De momento estoy escribiendo mis primeras poesías.






Capítulo I: El origen de mis males

Para empezar,
¿qué hacía en un yate?

Creo que todos mis males no provienen tanto de las alturas, que sí,
ni de la gran nube radiactiva
que me fue envolviendo al caer la noche.

Había perdido la memoria de quién era.




Cuando llegues al fin

Llamas a mi puerta.

Te observo a través de la mirilla
y ya siento que me falta el aire.
He deseado este momento tanto tiempo.

Te abro y te disculpas.
No es la hora de tus favores.
Amas a todos, lo has vuelto a decir.
A mí no me importa, no soy celoso,

No es cosa tuya, lo sé,
pero cuando llegues por fin, para quedarte conmigo,
voy a ser despojo de puro viejo,
o ni siquiera eso,

pero habrá merecido horrores la espera.





martes, 23 de agosto de 2016

Siento que haya Luna Llena

Deber ser que hay luna llena.

Lo sé por los pelos.
Porque tengo ganas de comerme a cien mil mujeres crudas.
Ganas de ir al bosque.
Arañar la cara a un gigante.
Adentrarme en la ciudad y prender fuego a la noche.

O al menos aullar,

pero que no que se me oiga demasiado, 
no sea que vaya a molestar a alguien.
















Primer mapa: una comedia fantástica

Dicen que hay mucha gente perdida, que no sabe donde se encuentra
ni hacia donde se dirige,

pero eso es porque tenían el mapa falso,
el que les habían dado al nacer,
el de un mundo que no existe.

Si tuvieras un mapa como el mío,
el de la gran carcajada,
sabrías a dónde vas.
Yo lo sé.

Voy hacia un lugar cada vez más angosto, intransitable.
Menos luminoso y sin oxígeno.
Para llegar llegar allá, son precisas pocas cosas.
Un cuaderno a lo sumo,
ligero
que llevar siempre conmigo,
donde escribir ese interminable chiste que es la vida.

Más que nada, para que mientras tanto, me pese menos la existencia.


lunes, 22 de agosto de 2016

Precisiones sobre el hombre menguante

En su pequeñez, logró atravesar los barrotes de la cárcel.

Se alimentó durante algún tiempo de las migajas que caían de arriba,
como del cielo.

Sacó algunos billetes del banco por debajo de la puerta.

Y aunque la soledad amenazaba su menudencia,
tenía la esperanza de encontrar algún día a otros como él.

Quizá una colonia de seres insignificantes.






Vacaciones al pasado

Debería sacar el condensador de fluzo del trastero,
y pasar unos días de vacaciones en el pasado.
 
Unas vacaciones en blanco y negro, pero con la piel más suave.
Podría decir a todos a mi vuelta; yo estuve allí.
porque a veces da la sensación de que el pasado dejó de existir.
Mencionarlo es el gran tabú.

Entonces teníamos el mismo espantoso futuro.
Bueno, qué decirles, quizá un poco peor ahora.









domingo, 21 de agosto de 2016

Algunas preguntas

Me pregunto si es que finalmente ganaron los nazis,
si al envejecer cae la productividad,
si los años para el júbilo se alejan en el horizonte.
Me pregunto si los robots devorarán el 40% de los trabajos,
si es cierto que jamás ha existido tanta pasta por ahí, dando vueltas,
reproduciéndose a sí misma, fuera de lo real,

y a todo esto me pregunto por qué Nuestra Señora sigue en el Tártaro,
custodiada por el Gran Titán, el Imbécil, de más de mil millones de kilómetros de altura.

Debe ser que no tenemos sistema nervioso.

Por qué íbamos a sufrir, los blanquitos,
si estamos constituidos de la misma materia que los Otros,
ese estereotipo que nos asusta y excita
y que jamás tiene apetito,

y que muere a millones cada año
sin que se mueva un solo pelo del Gran Titán

Y por lo tanto me pregunto, me vuelvo a preguntar,
¿por qué el Titán querría abrir las puertas para que entre el aire?










sábado, 20 de agosto de 2016

Tarde en la biblioteca

Podría ser yo. Ese, el de la esquina.

El que escribe una comedia fantástica, inconclusa,
en vez de continuar con la asignatura.
O ese otro, el que lee los cómics de Harvey Pekar, sobrecogido.

¿En qué está pensando?

Cómo no prestar atención a las gemelas que a diario acuden
a leer cualquier cosa; pero hoy ha venido sola, por primera vez. 
Nunca la había visto con sus gafas.
Como el chico de tez amarilla.
No puede de ser coincidencia
que el azar le haya traído hasta aquí.

Podría ser yo.
Escribe un instante.
Podría ser esto:

ya son las ocho y media.

A veces resplancezco

A veces resplandezco, y no sé cómo sucede.
Quizá sean estas manos mías capaces de alegrar a los muertos.

Si me piden que les arranque despacio el sudario, lo hago.
Si me ofrecen su comida, no la desprecio.

Me acuesto a su lado.
No pienso en nada.

Unos día me aburro, otros me desconcierto,

hasta que los muertos me expulsan,
me huyen,
no vaya a resucitarles,

lejos del Tártaro,

por temor al beso de las vestales.





El peluquín mágico

Han sido muchas las veces que el azar trajo hasta mí
el misterioso peluquín.
Como el día que apareció olvidado en el autobús,
o al despertar tras una noche interminable y agitada,
junto a mi almohada.

El lugar de las apariciones no es lo importante,
sino que en algún momento del devenir cósmico,
llegó a mi lado,

y me observa atento con sus ojos enormes asombrados,
si es que los peluquines tienen ojos.

El peluquín lo que desea es mi cabeza, o la tuya por ejemplo.
Y yo obedecería si no temiera por mi identidad, por convertirme en otro.

El peluquín lo que desea es mi cabeza, y me promete regalos fantásticos.

Y yo me pregunto a quién perteneció.
Quizá a otros como yo.
Quizá a nadie, porque pasó de mano en mano siempre,

y  jamás nadie se atrevió.








La vida es así:

escribes tranquilamente prosa en el sofá de tu casa,
cuando de repente, un autobús se te cae encima, como caído del cielo.

No es fácil respirar bajo un autobús de la EMT.
Yo me siento algo aplastado.
Sin aire, ustedes lo saben, es difícil pensar.

Caen autobuses del cielo,
cuando lo que yo quisiera,
(por fin, cuando sea mayor de edad)
es que mis autobuses fantasma recorran las ciudad.

Mientras tanto esperar a que llegue el aire fresco,
que se vaya desintegrando esto que me oprime el pecho,
que las sinapsis electrizantes comiencen a chisporrotear de nuevo.






miércoles, 17 de agosto de 2016

¿Cómo estás?

¿Cómo estás?
Yo estoy aquí, haciendo trizas tu alegría.
Quizá arruiné tu existencia.
Perdóname, no lo hice por placer,  
ni si quiera me apetecía.

Se precisan vehículos de ciencia ficción para llegar al curre,
máquinas subterráneas que trasportan mi cuerpo, el pobre,
a través de fascinantes infraestructuras.

No me odies.
A pesar de participar en la destrucción del mundo, yo no quería.
No he quemado ni un solo litro de gasolina en mi vida, lo juro.
Ni siquiera llego a final de mes.

Y cuando desciendas del futuro en tu máquina del tiempo,
tampoco me asombraré.
Aceptaré mis crímenes resignado.
Rendiré cuentas.

Yo, el friegaplatos,

¿quién si no iba a morir por ti?

 

Hola, hombres del futuro

Hola, hombres del futuro.
Disculpad de antemano si es que algún día me encontráis
en los restos de la arqueología.

Quisiera advertiros sobre la verdad,
para que no perdáis el tiempo buscado en el mapa falso:

no busquéis, no,  en las metáforas ni en la ficción.
Las escribí para los otros, los ahora muertos.
Solo algunos contemporáneos las conocieron.

No lo hagáis.
No perdáis el tiempo en lo asombroso 
ni en mi aventura.
Por más que hable de este tiempo,
por más significantes que sean,
allí no se encuentra lo realmente cierto.

La verdad tenía otra forma; la de lo mediocre.
Se repetía siempre, y nunca hablé de ello.
En lo cotidiano, por ejemplo,
en un millón de transportes,  en los viajes del metro,
en mi cuaderno,
en ese run run, el eco de la muerte, siempre acechando desde niño.
Lo real era la búsqueda constante del aprecio,
de mujeres que me revolvieran el pelo,
del minutero, siempre corriendo, más deprisa que yo.
Lo cotidiano era este trabajo que agotaba mi cuerpo,
cada día más pesado.
El aire denso, siempre denso, que envolvía a los de abajo,
y no nos dejaba respirar. 
Ese espejo que me devolvía todos los días un rostro más viejo.
Lo cotidiano era la búsqueda de sentido, de un milímetro de trascendencia,
de lo mundano.
Cualquier perturbación podía hacer temblar el suelo.
Cualquier gesto ser la noticia que me arrancara los sueños.
En cualquier momento podía desaparecer, lo sé, como arte de magia,
en un chasquido de dedos.

Y de repente una sombra.
Como si jamás hubiera estado aquí.

Si queréis saber de verdad de cómo era este tiempo;

era lo que a nadie importa

y la soledad siempre llegaba al caer la noche.






 


sábado, 13 de agosto de 2016

El hombre que decidió dar la vuelta al mundo desnudo

 Para dar la vuelta al mundo desnudo no hace falta equipaje alguno,
ni siquiera unos zapatos.
Quizá algo de valor.

¿Comprenderán mis amigos que me iré del gran Mandril,
qué dejaré el trabajo,
el piso sin pagar hasta mi regreso,
si es que regreso,
y quizá no vuelva a verles?

No sé si podrá soportarlo mi cuerpo de hombre.

Me pregunto algunas cosas: 
Si seré inmediatamente detenido, al primer paso.
Si pasaré demasiado frío, en las noches de invierno.
Si al llamar a medianoche a tu casa, me abrirás las puertas.
Quisiera una cama y algo caliente
mientras te cuento mi historia,
¿me la entregarás?
Temo no encontrar fuentes por el camino.
Que las fronteras cierren a mi paso.

Algún día tenía que ocurrir.

Era tal la ansiedad que sentía por dar sentido a mi vida.

viernes, 12 de agosto de 2016

Mi amable familia

Un pequeño resto del futuro que todavía no ha muerto.
Con sus ojos cerrados, se sabe efímera,
en cualquier momento podría dejar de ser,
pero se disfruta a sí misma mientras pueda.

Vacaciones Pagadas, cuanto te echaré de menos cuando me faltes,
cuando caigas al tártaro junto a Mi Amada.

Caerás, lo sé, hermana mía, mí Sanidad Pública,
mi querida Seguridad Social. Sois tan guapas.
Es cierto que nuestra amable familia
ha creado algunos burócratas, pero, ¡bienvenida sea la burocracia!,
si es que sirve para que los abusadores se contengan.

Antes de que os maten a todas,
de que caigáis a las zonas abisales,
de que os desprecien con mentiras y risotadas,

quiero daros las gracias;

qué hubiera sido de mí, si no existierais.

Imagino que miseria brotando de la ciudad como llama fatua.












jueves, 11 de agosto de 2016

Qué regresen los muertos

Regresen todos, no se vayan.

Ya sé que este mundo es demasiado pequeño
para que los muertos resuciten,
pero no se preocupen,
ya encontraremos la manera, quizá apiñados,
para estar todos juntos.

Si es preciso, construyamos mundos subterráneos
de montes fluorescentes y champiñones, 
de inmensos mares, de peces ciegos.
Quizá parezca aberrante, lo sé, pero es que yo quiero estar contigo,
mi muerto. 

Qué importa el escenario,
lo importante es que estemos juntos,
que muero de ganas por conocer el pasado,
por saber quién eras.

Y si es que abrir los ojos, estuviera por siempre prohibido.

Al menos, ay, escríbeme tu libro.















Los robots nunca duermen

Me observa fijamente.

Atento a cualquier detalle, a cualquier gesto,
y sin embargo no sé lo que piensa de mí.
No sé si me quiere,
no sé si es capaz de querer.
Cuando me habla, es como si tuviera ideas propias.
Parece inteligente, mucho más que yo.

Friega los platos mientras duermo la siesta.

Sé que podría romperme el cuello mientras sueño.
Cuando despierto
me tiene preparada una taza de café.

A veces le sorprendo escribiendo en un cuaderno
que yo leo a escondidas,

y que soy incapaz de comprender.

martes, 9 de agosto de 2016

Carcajadas lunáticas

Escucho la carcajada lunática de lo natural
arrastrando continentes, cortando cabezas, explotando mundos.
Debe ser el noúmeno ese del que hablaba Kant, que lo envuelve todo.
El aspecto de la realidad.

Así que dibujo un garabato con barba blanca que me saluda a distancia
y lo enmarco.
Ahora tiene poderes mágicos y lo explica todo. Me sobrevuela.
Me promete un paraíso artificial para cuando me falten las fuerzas:

un piso en un barrio marginal,
un trabajo delirante a cincuenta grados de temperatura.

Y yo me encuentro rodeado siempre
entre la amenaza de lo real y la distopía de la actualidad.

Entre un garabato y un noúmeno sinsentido.
 







domingo, 7 de agosto de 2016

Llamada a la plebe

Era entonces de piel tersa, zampabollos,
el invisible,
refractario al trabajo,
y luditta de corazón.
Qué dulce enemigo de la maquina yo era, y sin embargo nadie lo sabía.
Pasé mi juventud dibujando tebeos, fotografiando el mundo, abriendo los ojos.

Después, caí como los otros en el delirante sueño del trabajo alienado
que se lleva el tiempo, donde uno siempre pierde,
el que te arranca con saña la juventud,
el que me quita el nombre y me convierte en el Otro.
Algún día me llamaré despojo, lo sé.

Larga noche esta, la de los muertos,
donde espero la llegada de Mi Señora, como un milagro.
Moriré sin verla, me temo, atrapada en lo profundo del Tártaro.

Escucho sus voces, avisando a la plebe,

y nadie viene. 

Que sean robots los que acudan a su rescate, qué paradoja.






miércoles, 3 de agosto de 2016

Dices que soy una cucaracha

Que no me oigas, no significa que carezca del poder de la palabra.

Aquí estoy, escribiéndote. Si me oyeras, te hablaría mirándote esquivo a los ojos,
con mi voz quebrada, al borde del llanto.

Que sea negro como las profundidades del Tártaro,
no quiere decir que me apetezca pasar la vida en los infiernos,
deseo, como todos, pasar mis restos en el cielo.

Que te parezca insignificante, no es nada.

Que no me veas, no prueba que yo no exista,
o haya caído en los abismos de lo microscópico;
solo dice que te has vuelto rematadamente loco,
o caminas por el mundo dando palos de ciego.

Me enfrento a ti, al que se hace llamar el hombre,
al que cree que tiene la suerte del alma.

Es cierto.
Posees la bomba atómica.
Resolverlo todo con un simple golpe,
en vez de tomarnos juntos algunos litros de cerveza.
Cosa impensable.

Pobre de ti.
Crees que perteneces al partido de los patricios, mera ficción.

Simplemente te estás desintegrando ante mis ojos.