lunes, 6 de marzo de 2017

A Nelson Rockefeller

Quisiera, oh, monstruo, que jamás te disolvieras.

Debes permanecer con nosotros hasta el fin de los tiempos.
Te ofrezco la inmortalidad.
Un cuerpo plexiglás.
La memoria.

Sea entonces;
que ningún hombre o mujer te olvide.

Una placa en un barrio que te recuerde siempre:
un barrio de horrores.
Una figura de cera en un museo horripilante.
Una estatua. 
Un libro donde se cuente:

Vicepresidente.
Muerto a los setenta mientras follabas con tu secretaria de veintisiete.
Hay cuarenta y tres muertos cuyos nombres escribiste con sangre.
Tú, el que dió la orden de disparar contra los presos de la cárcel de Attica.

Ya no existen. Tú tampoco, pero yo ahora tengo ojos y rostro,
 aunque no sé durante cuanto tiempo,
 pero antes de caer en la nada, como los otros,
 escribiré de nuevo el informe de aquellos que llegaron antes:

Tú,

tendrás eternamente nuestra maldición.







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