Existieron otros antes que yo.
Han muerto todos
Al último lo encontraron en su cuarto
rodeado de sus propios libros que jamás vendió.
Cayó fulminado.
Su corazón se quebró.
Pobre,
pobre,
pobre.
Trabajaba en la administración,
vivía con su madre,
y esperaba a la noche
para escribir sus poemas.
Tres al día.
¿Qué vida tan miserable, verdad?
Arrastrado siempre en contra de su propia naturaleza.
Vivió para nada, y lo supo.
Eso eran los hombres.
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