¿No oís los golpes?
Toc, toc, toc.
Allí está nuestro hombre, en el bosque, tratando de talar un árbol,
pero le falta el hacha.
¿Cómo diablos íbamos a descubrir el hierro?
Eso nos salva.
Mucho tiempo antes de llegar al paraíso,
dejé de escuchar el golpe del hacha o el crepitar del fuego sobre el bosque
y sólo oía el grito de horror de los árboles ardiendo
mutilados por el hacha.
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