Observo el trabajo desde casa.
Con el deseo, oh, pobre de mí, de que los dioses escuchen mis plegarias,
y me entreguen ese manto de dinero
que evite la caída en su fuego, que me consume,
pero no quiero solicitar nada a los dioses que siempren escuchan
y siempre conceden,
mientras ríen.
Oh, esa risa loca, que puedo escuchar cuando el desastre se produce.
La realidad me espera.
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