Nacer con 23 años
evita arrastrar los traumas de la infancia.
Allí estaba Pablo,
con su cuaderno y su lápiz.
En un cuartito del centro,
con lo preciso para la vida:
una ventana,
un rayo de sol
y una cocinilla.
De repente sintió el impulso.
Y escribió la primera letra.
Después la palabra.
He inició un canto escrito.
Y como en el experimento, fue un completo éxito.
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