La casa que quiero podría parecerse a esta,
quizá menos desordenada
y sin la necesidad de ser chantajeado continuamente por una renta.
Quisiera abrir la ventana durante el día y descubrir
que los coches, han decidido perdonarme la vida
y desenloquecer. Jamás volverán a arrancarme el sueño por las noches.
Y en esto, que el paraíso comienza a brotar en este mismo centro del salón,
y ha de extenderse por todas las partes del mundo.
Por lo demás, la casa que quiero, no puede resolverla ninguna arquitectura posible.
O sí.
Pues se trata de que las mismas paredes me alimenten,
que en ningún momento pueda verme envuelto entre las melancólicas fuerzas del desasosiego,
sin pretenderlo.
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