No olvidemos que somos mortales.
Que en cualquier momento caeremos fulminados sobre este manto de yerba,
a la orilla del rio,
bajo el frutal.
Vamos a morir.
Pero mientras tanto ni uno solo de mis vecinos tiene más poder que yo.
Tampoco tiene menos.
Recogemos leña para la noche,
para hacer lumbre,
para ver a los actores.
Recuerdo que me aburría en el trabajo, en ese país de los objetos y las cosas,
que ya estoy olvidando.
¿Por qué nadie se aburre en el paraíso?
Por eso mismo, porque no existe el trabajo.
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