La llegada de un mensajero con una misteriosa carta.
En este caso, la tradición ordena matarle
y quemar el correo,
no sea que anuncie el inicio de una guerra termonuclear.
Pero yo amo a los mensajeros,
¿cómo iba a apuñalarle al pobre?
Me despedí con dos besos y abrí la carta,
de ella,
que me saluda desde lo lejos.
¿Y si fuera tan sólo ese gesto
lo que equilibra las fuerzas del universo?
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