Algunos se dan baños en las aguas frías que atraviesan
lo que antaño fue la avenida de la Peseta,
y así calmar sus picores, que recorren cada milímeto de su piel, como Marat.
Otros, temen recibir una visita inesperada, con un puñal oculto.
Un puñal. En el paraíso ya no existen,
¿cómo podrían llegar de nuevo a la tierra de la abundancia?
A no ser que el pasado salga, de alguna manera,
atravesando nuestro cuerpo de dentro a afuera,
por cada uno de los poros
y quedemos cubiertos, casi monstruosamente de eczemas.
Y en seis meses, quizá,
- no estoy seguro, puesto que hemos perdido los calendarios-
el pasado se habrá ido para siempre de nosotros.
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