Menos mal.
Así es todo mucho más fácil.
A salvo de caer bajo el mandato de los vaivenes de la bioquímica, y de sus flujos,
en estos días de brotes primaverales.
Sin distraerme de mis investigaciones:
ya sean los autobuses fantasmales y errantes
que recorren a la deriva la ciudad,
en este juego imaginario
con el que construir un nuevo principio de la realidad
que merezca ser vivido, de verdad.
Aunque algo de pena me produce abandonar al sediciente y sensual Eros,
encerrado entre los anaqueles de la literatura y lo fantástico,
lejos de lo real,
de la temeraria y dulce flor del deseo.
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