Cómo es posible que usted me quiera,
que me busque con tanto ahinco,
cuando lo único que me interesa es una mera hoja cayendo del árbol.
No la comprendo la verdad.
Es cierto que su cuerpo es delicioso. Me recuerda a un bollo de crema.
Incluso hay días, después de nuestros paseos,
que he llegado a creer que sentía los apetitos de la vida.
Por un instante, es cierto, olvidé que no tenía sexo,
y estuve a tan sólo un milímetro de besarla,
pero insisto,
cómo íbamos a querernos.
Yo soy verde y usted marrón.
¿Pero usted me quiere o quiere a mi sombra,
a esta pequeña gracia que se me ha concedido al nacer?
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