Tengamos cuidado, chicos,
porque en este paraíso, somos mortales, como siempre.
Recordar a Aitor, el hijo de Sergio Estiblitz,
el que vivía en el 8C-bajo C, antes del cambio de paradigma,
el que subió al frutal centenario junto al rio en busca de la gran manzana,
el que cayó desde las alturas y se partió la crisma.
Su padre se arrodilla y se flagela,
camina sobre la zarzamora
deseando al cielo que escuche sus ruegos,
y su hijo salga del sueño. Del gran sueño.
Cuidado, chicas,
no podemos volver a los antiguos dioses.
Ya los conocemos.
Esperad, no comencéis a fabricar figurillas de barro.
Detrás del fetiche se oculta un farsante.
Un mago.
Lo que necesitamos es una medicina nueva.
No hay otro remedio.
Una medicina paradisíaca,
pero no sé como se hace.
No hay comentarios:
Publicar un comentario