Confieso que me importa más el número más que la productividad,
aunque a veces sea lo mismo.
Creo en la existencia de un umbral,
en un número a partir del cual, los poemas se transforman en otra cosa.
El riesgo del éxito extraño, anónimo,
donde moriré sepultado por mis propias palabras,
tras mi primer trillón de poemas.
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