Ustedes ya saben que hay un millón de poetas en el mundo.
Ni uno más, ni uno menos,
de piel verde y delicada.
Ustedes deberían saber a estas alturas que nacieron sin atributos,
sin sexo,
a salvo de los flujos que irradia el cosmos
y el deseo.
Ustedes conocen su nombre,
sus cuerpos,
y esa mirada que observa las cuevas del microbio
y esos labios
que nos hablan y dicen
que son los ojos de dios.
Ustedes, claro, ya conocen su historia,
brotando de la nada, sin apellidos,
llenando estadios y periódicos
¿Acaso no fueron entrevistados por el propio Johnny Carson?
Subieron a la montaña, a la cumbre más alta,
con su mochila cargada de palabras,
y entonces ocurrió:
sintieron un instante de miedo.
Como si tan sólo ellos percibieran que temblaba el mundo.
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