Imagino cualquier cosa ahora que llega abril.
¿Será el polen
o las febrículas primaverales
las que configuran la fantasía?
Que la diosa fortuna llama a mi puerta y acaricia mi frente
y me retira del vientre de Moloch,
o que alguien me escribe desde otro planeta,
un marciano,
y caigo fulminado a sus pies.
Despierto en su lecho, desnudo. Enamorado del color verde.
Y después las palabras, que van y brotan solas.
Que mis deseos comienzan a tener sus propias formas.
¿O será que lo imaginario se adentra en la realidad cambiando las cosas de sitio,
removiéndolo todo
y no hay forma de distinguir lo uno de lo otro?
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