Confieso que te busco entre los anaqueles de la biblioteca pública,
en uno de esos libros de poesía Hiperión,
y resulta que siempre eres una mujer.
Te escojo por tu fotografía.
Observo tu rostro.
Quizá busque en tu lectura una probabilidad
por muy ínfima que sea,
donde lo imaginario pueda desbordarse de su marco,
y hacerse real,
esto es, ese lugar intermedio donde se suele aglutinar lo posible.
Entonces la lectura se convierte en juego,
donde tus palabras, es seguro, que me van a atravesar.
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