Ya está. Ha finalizado el fin de semana.
Siempre igual.
Se me ha escapado entre las manos.
Había puesto grandes esperanzas en el finde.
Quería haber salido a bailar el viernes por la noche, al salir del trabajo,
pero sin embargo, regresé a casa.
Me hubiera gustado avanzar en el poemario de "La verdadera historia del hombre menguante".
Al menos dibujar alguna ilustración,
ya sabes, luchando contra seres gigantes.
Me rio ahora, porque parece como si se hubieran evaporado mis lápices.
Quería ir en bicicleta hasta Vallecas, comer con mis hermanos y mi madre,
por el camino, hacer taichi en el parque.
Me resultó imposible.
Estuve recogiendo algo el piso, leyendo la primera carta de Schiller,
cuando me di cuenta ya se había hecho tarde.
Me hubiera gustado estudiar, leer el capítulo tres y cuatro,
realizar algún resumen,
algún comentario de texto
sobre por qué no ha habido grandes mujeres artistas.
Comprar una bombona de butano.
Si no, cuando me de cuenta, el frío habrá penetrado hasta la médula,
y quedaré dormido, otro año más, entre mi edredón de hojarasca.
Me hubiera gustado conocer a la novia futura este fin de semana,
salir al campo por la mañana,
pasear,
pensar un buen rato.
Bueno, tomé el sol en el parque.
¡Ay! Si pudiera acabar en lo que queda de semana,
el texto sobre los monigotes.
El tebeo.
La primera piedra de la Escuela de Artes Políticas.
Cortarme el pelo.
Leer entre otras cosas, el procedimiento administrativo.